Los Burros-Joyeros, fueron siempre revoltosos y conflictivos, a propósito quebrantaban los límites territoriales establecidos, la céntrica y centenaria calle San Luis.
Especifican espectadores y veteranos lechones que los Pepineros eran más defensores de sus territorios que invasores, solo una vez traspasaron el baluarte del Pueblo Abajo, aunque los barrios de Pueblo Nuevo, Ensanche Bolívar, El Congo, la calle La Muñeca y otras zonas fueron arterias para guerrear.
En esos combates ambos bandos se golpeaban entre si los de la misma tropa por la analogía de sus caretas, pero algún entusiasta santiaguero acordó con apoyo popular diferenciar las caretas, y surgen con esa aportación a partir de ese lapsos las tradicionales e inconfundibles caretas Joyeras y Pepineras.
El heredero del mandato Joyero, el fallecido “Rey de los lechones” Juan Antonio Vargas (Tony), y otros lechones Joyeros, acompañados de meretrices, borrachines y muchachos retozones, irrespetaban a los guerreros del Pepinero Guarino de la Cruz, los atrevidos del Pueblo Abajo invadían los territorios del Pueblo Arriba casi todos los domingos del mes de Febrero.
El terreno frontal del Cementerio Municipal de la calle 30 de Marzo, El Parque Imbert, El Puentecito de Piedras, siendo el Parque de los Chachases (Pueblo Arriba) el más favorito para estas contiendas, además cualquier callejón era escenarios para estas ofensivas sangrientas.
Al caer cada tarde dominguera de febrero se iniciaban las grandes batallas sin cuartel, el foete de cabuya era el arma predilecta para la invasión y contra ataque, las navajas de rasurar y alambres se colocaban en sus puntas o rabizas, los ánimos se avivaban cuando surgían los palos, navajas, cuchillos, machetes, chavetas, punzones, puñales y piedras, se empapaban de sangre las calles polvorientas del Santiago Andullero de Macuyo y Almorriña.
Era un juego cultural de verdaderos machos, al que se sumaban las hembras y, juntos guerreaban por mantener su fanatismo, fanfarronería y altanería barrial. Fuera de estas fiestas ocurría algo muy peculiar en el acontecer dentro de cualquier discusión con un forastero !pobre de aquel peregrino que intentare agredir o provocar a un Joyero en presencia de un Pepinero o viceversa! La contienda era desigual pues como santiagueros se acoplaban y podían llevar a puños limpios la aniquilación segura contra cualquier puertoplateño, vegano o capitalino, que tratara de agraviar la dignidad de los hijos presuntuosos de Jacagua, en buen cibaeño: “le caían como los pavos”.
La fuerza brutal empleada por el déspota y canallesco Rafael Leonidas Trujillo Molina (Chapitas-El Chacal de San Cristóbal), quien persiguió, encarceló e impidió la participación de los Lechones en el Carnaval Popular, y el gobierno impopular de los doce años ensangrentados del abogado Joaquín Antonio Balaguer Ricardo (Elito-El Gallo Colorao), ambas épocas de sufrimientos hicieron estragos contra este juego sin tirria y violento, haciéndolo arbitrariamente esfumarse de la ciudad de Santiago de los 30 Caballeros.
Los encontronazos sangrientos no existen hoy en los sectores ni en las correderas del Santiago moderno saturado de moto-conchos, pero sí están en todos los carnavales regulares las caretas de macho cabrío Pepineras con sus altos y torneados cuernos y las llenas de espinas simbolizando el cambrón liniero Joyeras, estas son autenticas de nuestro pueblo bullanguero, estas dos caretas son hoy insignias sagradas de una historia vivida por nuestros resistentes santiagueros, en el carnaval más antiguo, alegre, democrático y autentico de América Morena.
Por
Isaias Amaro
Artista Dominicano radicado en Estados Unidos
Email amaroisaias@hotmail.com
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